Our happiness depends on us, it is an inner work, for we are the creators and receivers of what is within us.
K’at is the energy that represents the net.
It is the net that allows us to store in our being the things that we want to flourish, and it is also everything that we share through the nets that connect us to others and to the world around us.
K’at teaches us that it is through our relationship with ourselves that we can transform things, because it is we who give or deprive ourselves of what we seek. We receive what we cultivate in us, what we share in a sacred way, not for the sake of earning something in return, but because that is what we have and what we are. Let us fill our inner net with love, happiness, gratitude, and with all the things we want to offer the world and our being.
Today the convergence of K’at with the trecena of Tz’ikin speaks to us of the importance of projecting the destiny we desire; it reminds us that our good fortune emerges from recognizing ourselves as infinite beings, from not self-limiting ourselves, as we understand that the most complex webs are those in which we hold ourselves.
Nuestra felicidad depende de nosotros mismos, es un trabajo interior, pues nosotros somos los creadores y los receptores de lo que hay en nuestro ser.
K’at es la energía que representa la red.
Es la red que nos permite guardar en nosotros las cosas que queremos que florezcan, y es también todo lo que compartimos por medio de las redes que nos conectan con los demás y con lo que nos rodea.
K’at nos enseña que es desde nuestra relación con nosotros mismos que podemos transformar las cosas, porque somos nosotros quienes nos damos o nos negamos aquello que deseamos. Recibimos lo que cultivamos en nuestro interior, lo que compartimos de manera sagrada, no con el afán de obtener algo a cambio, sino porque eso es lo que tenemos y lo que somos. Llenemos nuestra red interior de amor, de felicidad, de gratitud y de todo aquello que queremos ofrecer al mundo y a nuestro ser.
Hoy la convergencia de K’at con la trecena de Tz’ikin nos habla de la importancia de proyectar el destino que deseamos. Nos recuerda que nuestra buena fortuna surge de reconocernos como seres infinitos, de no auto-limitarnos y comprender que las redes más complejas son aquellas con las que nosotros mismos nos contenemos.
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